Hoy es un día triste para todas y todos los demócratas. Hoy ha muerto Hugo Chávez.
Ha muerto el hombre que defendió que el socialismo continúa siendo la alternativa necesaria a ese neoliberalismo cada vez más depredador que lo está destruyendo todo, el hombre que denunció el olor a azufre desde el estrado de la sede de la ONU después de que hubiera pasado por allí G. Bush, el hombre que entregó “Las venas abiertas de América Latina” a un recién electo Obama en la OEA, el hombre que leyó el último párrafo de “Cien años de soledad” en la primera cumbre de la CELAC, el hombre que tendió la mano a Fidel Castro cuando éste se encontraba más sólo que nunca en su pequeña isla, el hombre que mostró fotos de niños afganos –víctimas de los bombardeos de Estados Unidos en Afganistán– y denunció públicamente que “no se puede combatir el terror con más terror”, el hombre que se negó a entregar el gobierno –del pueblo– a cambio de su vida, el hombre que expropió a los que siempre habían vivido de expropiar a los demás. El hombre que tuvo el valor de enfrentarse a ese establishment económico –nacional e internacional– que considera que el poder le pertenece por decreto.
Y de ahí surgieron las críticas más feroces a su figura. Si realmente hubiera sido un dictador – como le acusa una parte de la opinión publicada occidental– dedicado a reprimir a su pueblo y a permitir el saqueo de los recursos de su país, nadie se hubiera preocupado de él. Su muerte hubiera pasado desapercibida y, como mucho, hoy le agradecerían los servicios prestados. Pero el fallecimiento de Chávez encabeza las portadas y los noticiarios de todo el planeta porque los poderosos reconocen en él a su enemigo. Igual que antes lo hicieron con Castro, con Allende, con Rosa Luxemburgo o con Lenin.
Porque Chávez, que tenía muy claro que siempre se gobierna en contra de alguien, se atrevió a gobernar en contra de los que siempre lo habían hecho, desde la sombra. En contra de todos los que guardaban una botella de champán francés para este día. A ellos, a sus enemigos, debemos recordarles que, como dice el refrán, hay que tener mucho cuidado con lo que se desea, porque puede llegar a cumplirse.
Debieran recordar las palabras que Túpac Katari –el indígena aimara que se alzó contra el Imperio español en 1781– pronunció justo antes de ser ejecutado: “a mí sólo me están matando, sobre mí, miles de millones volveremos”. Y es que hoy ha muerto un presidente pero ha nacido un Mito. Chávez, como el Che, volverá en cada lucha contra la injusticia, contra la desigualdad, contra la opresión. Volverá en cada revolución.
Hoy ha muerto Chávez, un hombre que, como él mismo decía refiriéndose a Bolívar, “pensaba en siglos y en continentes”. Hoy ha muerto Hugo Chávez, uno de los nuestros.
Seguiremos con él hasta la victoria. Hasta siempre.
José Manuel Calvo
Zúrich, 6 de marzo de 2013
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